Homilía de Cristo Rey


A continuación exponemos la homilía de Don Francisco Escámez, párroco de Santiago, para facilitar su lectura a todo aquel que no pudo asistir el pasado domingo a la Eucaristía celebrada por la Agrupación de Hermandades con motivo de la Festividad de Cristo Reydel universo:





Ilmo. Sr. Vicario, rvdos. hermanos sacerdotes, Sra. Presidenta y Hermanos Mayores, queridos todos:

Concluimos hoy el año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Jesús se aplicó repetidas veces el título de Hijo del Hombre como imagen del Rey Mesías recogida en Daniel, cuya gloria celestial proclama el Apocalipsis. Toda la vida de la Iglesia, desde su origen, es una gozosa confesión de que Cristo es Rey, de un Reino que no tendrá fin. Pero la realeza de Jesús no es del signo que la esperaba el pueblo, para solventar la necesidad política, social y económica. Lo que Cristo trae es, ante todo, la redención religiosa. El suyo es un reinado espiritual. Y eso conduce luego al progreso y bienestar terreno. Es únicamente ante Pilato, donde Cristo proclamará solemnemente su carácter regio (Jn 18,33-37). En la pasión no caben malentendidos mundanales de la realeza de Cristo. Él no es de los que tiranizan (Mt 20,25-28) sino que se hace servidor (Lc 22,27). El ‘dominio’ de Cristo ha consistido en -siendo Dios- encarnarse, lavar los pies, y desvivirse con ese supremo servicio que es redimirnos. 
Hermanos: Damos gracias a Dios porque Cristo Rey nos ha incorporado a su reino (2ª lect. Ap 1,5-8) desde el bautismo, en la Iglesia, haciéndonos hijos, herederos de su gloria y heraldos de su Evangelio. Esta doctrina ha sido subrayada por el Concilio Vaticano II (vgr. LG 31ss), cuyas claves son la santidad y el espíritu misionero. Cada uno, cofrades y consiliarios, a mi modo de ver, estamos llamados a un claro testimonio de vida cristiana y a la siembra de la fe, en el actual pedregal arrojado en la viña del Señor. Ha dicho el Papa hace poco: “Vivimos hoy en una sociedad profundamente cambiada, también respecto a un pasado reciente, y en continuo movimiento. Los procesos de la secularización y de una difundida mentalidad nihilista, en la que todo es relativo, han marcado fuertemente la mentalidad común. Así, a menudo la vida se vive con ligereza, sin ideales claros y esperanzas sólidas, dentro de vínculos sociales y familiares líquidos, provisionales. Sobre todo no se educa a las nuevas generaciones en la búsqueda de la verdad y del sentido profundo de la existencia (...) no se puede decir que los creyentes permanezcan del todo inmunes a estos peligros que afrontamos en la transmisión de la fe (...) Frecuentemente el cristiano ni siquiera conoce el núcleo central de la propia fe católica, del Credo, de forma que deja espacio a un cierto sincretismo y relativismo religioso, sin claridad sobre las verdades que creer y sobre la singularidad salvífica del cristianismo. Actualmente no es tan remoto el peligro de construirse (...) una religión auto-fabricada” (Benedicto XVI, Audiencia General 17-X-2012).
Queridos hermanos: siguiendo al Papa, en aplicación de la doctrina del Concilio Vaticano II, pienso que la gestión de una cofradía -y de la parroquia- no puede ser lo mismo hoy que hace 60 años. O acabaremos mal… La enseñanza del Concilio Vaticano II ha inducido un cambio en el modo de ejercer la autoridad en la Iglesia. Es comunidad jerárquica (LG 30.32-33.37), no autocracia: “El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Al contrario: el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo” (Benedicto XVI, Posesión Cátedra San Juan de Letrán, 7 mayo 2005). En efecto, no es un monarca absoluto el papa, el obispo, el vicario, el consiliario, el hermano mayor, ni el capataz… Todos en ‘obediencia a Cristo y a su Palabra’. Lo cual es del todo diferente a la rebeldía.
En mi niñez, recuerdo ¡qué maravilla ir a Misa y luego a la procesión! Ya fuera de pasión o de gloria. Ahora, ¿Cómo entender a los que aparecen solo a la hora de salir? ¿Cómo conectar con quienes no quieren saber nada de oraciones y sacramentos? ¿Puede transigirse con el afán de saber todo sobre flores y encajes, tallas y música, contrapuestos a la abierta alergia al Catecismo y a la Biblia? ¿Cómo callar cuando algunos olvidan el deber del testimonio personal y de caridad? ¿Cómo admitir tan graves deficiencias? ¿Cómo ha sido posible? ¡Porque esto no ocurría en el origen de esa herramienta evangelizadora que son las cofradías, hace tres siglos! A mi modo de ver, el deliberado apartamiento del clero hace 40 años, pensando mejorar el compromiso seglar -contra lo esperado por ellos- no aniquiló las cofradías, sino que las llevó entonces a un desarrollo anárquico, decadente, descuidados o desentendidos de la identidad católica, centrados en aspectos secundarios (número, estética, ostentación, inactivos ante la ignorancia consentida, los tintes supersticiosos o idolátricos…) Es la situación que paulatinamente vamos mejorando y que nos toca reconducir para que las cofradías hagan honor a su glorioso pasado, y a su misión eclesial.
Sí, en homenaje al Concilio Vaticano II y al Catecismo de la Iglesia Católica hay que conocer y aplicar la doctrina católica sobre la naturaleza de la Iglesia. Los fieles tienen reconocida una misión y sus derechos en la Iglesia, no están para aplaudir y aportar -vgr. cura que decía la Misa en vasco, menos la monición de la colecta-. Sabemos que el Consiliario está en la Junta de Gobierno ‘con voz pero sin voto’ según los Estatutos legítimamente aprobados. Lo cual constituye una expresión del derecho de asociación de los fieles. Obviamente, esto no equivale a la venia de la Jerarquía para formar una secta… Implica a su vez -para los pastores- formar, delegar, potenciar, animar, corregir. Y por parte de los seglares, responsabilidad, actitud creyente y apostólica, de comunión…
Queridos hermanos: Este año en particular no parece superfluo recordar que la vía de entendimiento entre consiliarios y cofrades es precisamente la fe. Que tiene implicaciones comunes y específicas. Sacerdotes y fieles tenemos una inmejorable ocasión de renovarnos, avanzando por la senda conciliar, no ‘para construir otra Iglesia’ sino para visibilizar otra forma de ser católicos, es decir, aplicándonos todos el Evangelio. Lo cual supone: cuidar la piedad personal y comunitaria, la vida sacramental, la formación, sentirse Iglesia, el diálogo constructivo y respetuoso, las actitudes de equipo -ventilar dentro los problemas, no en los medios ni en la red-, la cooperación con la parroquia y los sacerdotes -también económica, aunque no lo mandase el Obispado, que lo manda-, lucir la santidad personal de todos y los conversos conseguidos, no solo trajes o enseres; no mezclar las cofradías con políticos en activo…
Queridos hermanos: es hermoso ver cómo los fieles laicos se echan adelante para vivir y gestionar su devoción. Felicito a quienes os esforzáis en hacer de las cofradías una comunidad de fe y amor, misionera. Y es hermoso cómo los pastores acompañan a los fieles, compartiendo la piedad popular católica. Santa María Reina nos asista y acompañe para seguir haciendo piña evangelizadora y nos valga frente a tentaciones y peligros. Nuestros mártires dieron el supremo testimonio alabando a Cristo Rey. Que Él nos conceda un Corazón semejante al suyo, y que hoy también nuestras vidas cofrades lo proclamen nuestro Dios y Señor. Amén.

Comentarios